El poder del SER
El poder del SER y de la existencia divina traspasa la simple mirada de una vida. La simpleza de nuestra comprensión está reducida a un periodo de tiempo que por su extensión es ridículo en la magnitud de la eternidad. Y te recuerdo que Dios nos creo como seres eternos, y aun sabiéndolo nunca llegamos a entenderlo. Si tan solo pudiésemos traspasar esa ridícula barrera de lo finito, desaparecerían instantáneamente nuestros límites de compresión.
Hay que nacer para morirse, pero hay que SER para nacer. El nacimiento no es el comienzo es tan solo una continuidad de nuestro ETERNO SER y la muerte no es el final sino una transición de nuestro ETERNO SER.
Y en esta continuidad de nuestro eterno SER, en esta complexión de ciclos vamos superando asignaturas, y vamos aprendiendo que es el verdadero amor, quien somos nosotros y quien es nuestro PADRE. En este re-nacimiento constante, vamos superando las lecciones que nos acercan cada vez más a nuestro destino final, nuestro verdadero hogar, la casa de nuestro PADRE.
Cuantas rocas encontramos en nuestro camino que despreciamos, que consideramos como obstáculos en nuestras vidas y no nos damos cuenta que dentro de cada roca siempre hay un diamante, detrás de cada obstáculo siempre hay una lección que después de aprendida nos impulsa en nuestro crecimiento y entendimiento espiritual y nos lanza como cohetes a la luz y el amor de nuestro Padre.
Y es que la libertad del individuo depende de ese crecimiento espiritual, depende de ir superando las lecciones que se van presentando delante de nosotros, la capacidad para encontrar el diamante dentro de la roca que aparece en nuestro camino.
Sin embargo para que podamos aprender de las experiencias que vivimos tenemos que ver estas experiencias, estas rocas, como lo que son realmente, como oportunidades para aprender, como diamantes.
Cada ciclo nuevo que comenzamos, cada re-nacer tiene precisamente como objetivo nuestro aprendizaje y por supuesto la aplicación de lo que hemos aprendido. No venimos a esta experiencia material a acumular bienes materiales, a comer buenas comilonas, a sufrir, o ser castigados por nadie. Venimos aquí a aprender por lo tanto esperar pasar por esta vida sin tener ningún obstáculo que vencer, sin tener que vivir diferentes experiencias es como no haber venido. Sería igual que pretender obtener un título universitario, sin ir a la universidad, sin estudiar y sin tener ningún profesor y sin pisar una clase.
Y al igual que un estudiante universitario debe aplicarse, estudiar y rodearse de un buen ambiente de estudio, nosotros también debemos de aplicarnos y rodearnos de un buen ambiente de estudio. No podemos aprender, ni siquiera podemos comprender que las experiencias a superar no son más que asignaturas en esta escuelita de la vida si las miramos desde la perspectiva del miedo. Verdaderamente tenemos que abordar cada asignatura desde la perspectiva del amor.
Tenemos que amarnos a nosotros mismos, para poder aprender de nuestros propios errores. Sin embargo no sirve cualquier tipo de amor, solo desde el amor incondicional e infinito de nuestro PADRE podemos aprobar las asignaturas. El amor que nosotros conocemos es el amor condicionado, el amor de mendigo y es el que aplicamos no solo en los demás sino también en nosotros mismos y desde este amor de mendigo no podemos aprender a ser reyes.
Nos creamos una serie de expectativas de nosotros mismos y nos queremos en la medida que cumplamos con las expectativas que nosotros mismos nos hemos impuesto. Debemos de terminar la carrera, conseguir un buen trabajo, tener una buena casa, un matrimonio perfecto, unos hijos perfectos, unos amigos que nos acepten y nos adoren y nos queremos en la medida que conseguimos llenar estas expectativas y si no conseguimos terminar la carrera entonces en vez de querernos nos consideramos unos fracasados, y si no tenemos un matrimonio perfecto en vez de querernos nos sentimos inmensamente miserables, y si no tenemos unos hijos perfectos en vez de querernos nos sentimos culpables por haber fallado en su educación.
Este tipo de amor condicionado no nos permite aprender de nuestros errores puesto que es un amor que está limitado a la condición y si la condición no se cumple el amor no existe. Es un amor que no entiende sino que castiga inmediatamente cuando se ha fallado en el objetivo, cuando se ha cometido un error. Desde esta perspectiva no somos capaces de ver la enseñanza de la experiencia vivida pues nos limita únicamente al resultado.
El amor de nuestro PADRE por el contrario es un amor que existe sin condición alguna. Debemos de aprender del amor de nuestro PADRE, debemos de aprender a querernos sin condiciones, debemos de aprender de este amor que es sabio y que comprende que solo estamos aprendiendo y que parte de nuestro aprendizaje implica que vamos a equivocarnos, a cometer errores y que estas experiencias no tienen otro objetivo más que el de enseñarnos a parecernos cada vez más a nuestro PADRE, enseñarnos a que un día seamos una expresión pura de lo que SO
MOS, seres de luz creados a Imagen y Semejanza de nuestro PADRE.
La vida, el periodo de tiempo comprendido en lo que llamamos una vida es en sí una oportunidad toda ella para que aprendamos a llegar a esa libertad, para conocernos a nosotros mismos y no tener que buscar en otros, o en el exterior lo que ya tenemos dentro de nosotros mismos. Para no tener que pretender ser lo que ya SOMOS y siempre hemos sido. Una oportunidad para aprender a expresar el amor, la sabiduría y el poder de DIOS, para re-nacer como lo que somos hijos de nuestro PADRE creados a su Imagen y Semejanza.